Necesita un ascensor para salir de su casa en el Agra y también se llama Herminia

2022-10-09 14:10:42 By : Ms. Coco Chen

Herminia Trasancos tiene 81 años y vive en un quinto sin ascensor. Su salud es por el momento mejor que la de su tocaya Herminia Rivas, la vecina de O Ventorrillo que lleva tres años sin salir de su casa, pero teme que se vuelva similar. Trasancos Pernas vive en el número 32 del Agra de Orzán, un inmueble antiguo y estrecho que data de 1967.

«Tengo reuma, artrosis, diabetes... Tengo de todo y me caigo mucho», exclama la mujer, a la que le lleva unos diez minutos subir los casi cien escalones que separan la calle de su piso. «Me asfixio», detalla Herminia, quien hace una larga parada en el rellano del tercero para continuar hacia arriba y descansar al llegar a su morada. Lamenta que solo puede bajar una vez al día y lo hace por su perro Leo, que necesita salir. Sube mucho más rápido que ella y siempre la espera en la puerta. Vive con su hijo, pero él se va a trabajar temprano y vuelve a la noche, por lo que Herminia se pasa todo el día sola, viendo la tele y pasando el rato.

«Es una casa muy pequeña, me siento encerrada», comenta. No puede hacer la compra sola desde hace mucho tiempo y durante la pandemia estuvo un año sin salir de casa, «por miedo» y dificultad. «Perdí mucha movilidad. Me tuvieron que enseñar a caminar otra vez», asegura. «El otro día me caí en el pasillo y anduve arrastras por todo el piso. Abrí la puerta de la casa y me agarré al pasamanos de la escalera para poder levantarme», narra la mujer, que pide a los políticos «que se muevan y espabilen, que los viejos no podemos subir y bajar escaleras».

En una situación similar se encuentra Sara Peteiro, vecina del primero de 87 años. «Bajo con mucha dificultad porque me cuesta mucho. Llego sin respirar arriba y me tumbo en el sofá a descansar», relata la mujer. Tuvo cáncer y, durante la quimioterapia, le encontraron un problema en el corazón. «Son muchos años y muchos achaques», dice Sara, quien confiesa que respira muy mal. «Subir escaleras me mata», añade.

Vive en este inmueble desde hace más de dos décadas con su marido Fernando, de 84 años. «Los dos necesitamos un ascensor. Tengo miedo de que dentro de poco no podamos salir a la calle, porque bajar aún se va bajando pero luego hay que subir», sentencia. Aunque su vivienda esté en un primer piso, necesitan ayuda para llevar las bolsas de la compra. «Viene mi hermana y mis sobrinos a ayudarnos. Tengo que depender de gente», lamenta Peteiro.

Los vecinos de este inmueble comenzaron hace unos ocho años su lucha por conseguir un ascensor, primero contra uno de los propietarios, que se oponía, pero ahora con la administración. Sara Castro, presidenta de la comunidad, explica que el arquitecto solo ve una solución, la de colocar el elevador en el hueco de la escalera y mover esta al patio, pero desde el Ayuntamiento la rechazan y proponen la alternativa de instalar el ascensor en el lugar que ocupa la habitación de matrimonio de cada piso, cuenta Sara. «¡Eso es un disparate!», exclama, pues sus casas solo tienen dos dormitorios y el otro es italiano. Fuentes del Concello señalan que la propuesta de la comunidad es inviable porque se estropearía la ventilación y la iluminación. Castro tiene un hijo de un año y le resulta imposible subir el carro por las escaleras. «Si tiran una habitación me quitan la casa porque tiene 55 metros cuadrados», culmina Herminia.

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