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Hay buen cine de miedo para todos los gustos: este es del que se queda contigo cuando se apaga la pantalla.
A medida que se acerca Halloween, el cuerpo va pidiendo disgustos. El plan de peli y manta de un sábado por la noche riza el rizo todos los años con la fiesta de los muertos: la manta, en concreto, viene de perlas para protegerse fútilmente de la cuchillada de un asesino desfigurado o, como mínimo, para taparse los ojos de las matanzas, tragedias y criaturas infernales que empiezan a pasearse por las pantallas en cuanto arranca octubre.
Buen cine de miedo hay para todos los gustos. Está el clásico, el de los monstruos pop, el gore, los slashers ochenteros, el giallo italiano, las franquicias que exprimen el jumpscare, el nicho asquerosillo del splatterpunk… Pero aquí estamos para centrarnos en una sola de esas aparentemente infinitas subcategorías de las pelis que dan canguelo: el terror psicológico. Un terror denso y pegajoso, pero no por exceso de vísceras (que también), sino por lo difícil que es luego sacárselo de la cabeza. Terror del que se queda contigo cuando se apaga la pantalla. Más que frotando las salpicaduras de sangre de la ropa, estas películas te dejan con el cerebro tan contaminado de angustia, perfidia y desastre que dan ganas de meterlo a la lavadora.
Pero eso no significa que las pelis de la lista se queden en la mera investigación detectivesca chunga. Para eso ya está nuestra recopilación de los mejores thrillers psicológicos de la historia del cine. Aquí buscamos algo más: un puntito extra de mal rollo, de sucesos inexplicables y de fuerzas malvadas que trascienden lo humano; otra vuelta de tuerca (guiño, guiño) a la experiencia cinematográfica basada única y exclusivamente en el malestar. En definitiva: pasar un buen rato pasando un muy mal rato. Es imposible no hacerlo con estas 20 joyas del terror psicológico.
No había otra manera posible de arrancar esta lista. Por su rompedora estética, por la imposible interpretación de Jack Nicholson, por tantas estampas dejadas para los anales de la cultura popular (Redrum, las niñas del triciclo, la sangre del ascensor...), por el doblaje castellano de Verónica Forqué... Por mucho que a Stephen King no le gustara ni un poquito la adaptación que hizo Kubrick de su novela, nosotros le rendimos obligado homenaje. Prometido: no hay ni un solo tópico más (o casi) en toda la lista.
¿Veis? Continuamos abriendo boca con esta parábola inmobiliaria asfixiante protagonizada por Jesse Eisenberg e Imogen Poots, no tan reconocida como se merece. Terror del que incomoda y por partida doble: una pareja en busca de una nueva casa acaba perdida dentro de una urbanización de suburbio homogénea y aparentemente infinita; para rematar, les dejan a cargo de un extraño bebé. Si lo crían con éxito, serán libres.
No hay película de Darren Aronofsky que no dé yuyu, pero lo de Madre! se lleva la palma. Jennifer Lawrence y Javier Bardem lideran esta propuesta ahogada dentro de una casa de campo, casi teatral, que comenta de forma virguera sobre la religión, la ecología o la idea del ídolo. Tan tenebrosa como intensa. "¿Y Cisne negro qué?" No te preocupes, luego volvemos a ella (más o menos).
Quizá la obra de Gaspar Noé encaje mejor en una lista de películas provocadoras (en lo sexual y en lo formal), pero el primer largometraje del cineasta argentino puede calificar también perfectamente como terror. Quizá lo más violento que ha dirigido Noé (que ya es decir), Solo contra todos es una película puntuada por las deflagraciones de violencia extrema habituales en su cine, pero además se adereza con una insoportable narración en over del lunático protagonista que revuelve las tripas todavía más.
El director y guionista austriaco Michael Haneke tiene fama de maltratar a sus personajes, y no hay nada para resumir una filmografía tan inquietante como la versión original de Funny games (a la que siguió pronto un remake de Hollywood. La premisa: dos jóvenes allanan la casa de una familia burguesa para torturar a sus miembros. Contaros algo más sería arruinaros la experiencia.
Jordan Peele no podía quedarse fuera de cualquier enumeración de películas de terror psicológico que se precie de titularse así. El cineasta se ha proclamado, en apenas unos años y con una filmografía más bien escueta, como la referencia contemporánea indiscutible a la hora de representar los miedos de la psique. Pero antes de triunfar con ¡NOP! y Nosotros, un casi desconocido Peele conquistó al mundo con esta pesadilla de un chico negro atrapado en el barrio blanco de los padres de su novia.
Para ser Nicolas Cage no basta con convertirse a uno mismo en un meme andante. El sobrino de Coppola puede permitirse haber devenido en un chiste interminable porque, además, de vez en cuando entrega peliculones como este. Y no es que Mandy vaya falta de autoparodia: Panos Cosmatos, el director, se sirve de la ridiculez de su estrella para facturar salvaje terror en dos mitades, una más atmosférica y otra de sobrecogedora explosión gore.
Si eres más de series que de pelis, seguro que estás echando de menos por aquí al bueno de Mike Flanagan y joyas suyas como La maldición de Hill House o Misa de medianoche, dos grandes ejemplos televisivos de historias en las que la mente humana resulta tanto o más terrorífica que los monstruos. Antes de hacer aquellas series, estrenó en exclusiva en Netflix esta historia desquiciante con allanamiento de morada y protagonista sorda. La protagonista, Kate Siegel, que además es su esposa, te sonará de otros trabajos suyos.
Volvemos a Stephen King. En esta ocasión, para una peli de terror psicológico basada en su obra que sí le gustó. Quizá porque el escritor es fan declarado de Rob Reiner, quien, además de dirigir Misery, se encargó de Cuenta conmigo, otra adaptación de sus trabajos. Este es ni más ni menos el terror que atormentó la psique del propio King durante un tiempo, cuando tuvo un par de encuentros traumáticos con fans fuera de sus cabales. Algo parecido ocurre en la película, pero no queremos chafártela.
Si el éxito actual de Jordan Peele fuera un casete, en la cara B estaría Ari Aster. Este último director, con un CV de largometrajes también brevísimo, se ha convertido en otra de las puntas de lanza del cine de terror de los últimos años. Solo ha dirigido dos películas: Hereditary, más gótica y oscura, y esta, que es toda malestar, náuseas, banda sonora de las que enloquecen e imágenes retorcidas a plena luz del día.
El salto dado por Ari Aster entre su primera y su segunda película es casi un homenaje involuntario al que dio en su día Narciso Ibáñez Serrador, el padre del Un, dos, tres, con los dos únicos largos que dirigió para cine. Más que curtido en sus televisivas Historias para no dormir y su primera película, La residencia, Chicho puso con esta segunda y última cinta suya la bandera en una terrorífica cumbre que nadie volverá a alcanzar jamás. Pareja de veraneantes extranjeros, soleado pueblo levantino, chiquillos demoniacos al acecho. Insuperable.
Otro debut de los grandes nombres del cine perturbador moderno. En este caso, el de Robert Eggers, que, antes de dirigir El faro y El hombre del norte, fascinó a propios y extraños con esta película en la que se confunden lo sobrenatural con lo real y el satanismo con la superstición de unos colonos ultrarreligiosos que se aíslan en un bosque. Fue la carta de presentación de Anya Taylor-Joy.
La anterior no es sino una heredera directa del American Gothic en el que hizo cima en 1972 el director de esta película, Robert Mulligan. Ambientada en los años treinta, pero con mucho de costumbrismo rural yanqui marca Norman Rockwell, cuenta la historia de dos hermanos gemelos que pasan el rato haciendo travesuras en la granja familiar y los alrededores, hasta que las trastadas se vuelven sangrientas. Con traca final incluida.
También hay talento español en el cine de terror psicológico. Y del mejor. Buried es sin duda el trabajo más reconocible de Rodrigo Cortés: no todos los días consigue un director nacional alistar (por carta y mediante Scarlet Johansson) a Ryan Reynolds para una película sobre un soldado americano metido en un ataúd en plena guerra de Irak durante 90 minutos. Pelos de punta.
Las últimas polémicas protagonizadas por Ezra Miller no son nada comparadas con las pifias que hace su personaje en esta película de Lynne Ramsay, directora infravalorada donde las haya y maestra absoluta de las atmósferas nocivas y violentas. La película cuenta la relación de una madre, Tilda Swinton, con su problemático hijo, desde que es un recién nacido hasta que tiene edad para hacer auténticas barbaridades. La oscuridad de lo cotidiano.
Ya que Aronofsky está en la lista, es justo que aparezcan también Satoshi Kon y su película de anime Perfect Blue, de la que el primero se copió Cisne negro prácticamente enterita. Kon, ya fallecido, era un pope de la animación japonesa más inclasificable: a veces, por la vía de la ciencia ficción (Nolan le fusiló también Paprika para hacer Origen) y otras, por el camino de las psicologías más perturbadoras que atraviesan la cultura del País del Sol Naciente.
Segunda ración de terrorífico talento español con la película que puso a J.A. Bayona en el mapa. Antes de los dinosaurios y del tsunami (literal y figurado) de Lo imposible, el barcelonés dirigió uno de los filmes de terror más emblemáticos del siglo XXI patrio. Fantasías infantiles que degeneran en imágenes que te atormentan en una cinta que apadrinó Guillermo del Toro y protagonizada por Belén Rueda, musa del fantaterror español de los 2000.
No nos habrían perdonado que dejáramos fuera de una lista de las mejores películas de terror psicológico a M. Night Shyamalan, cara visible del subgénero durante años. Por no abusar de la clásica El sexto sentido ni recurrir a la solvente pero aún muy fresca Tiempo, nos quedamos con esta otra, que contiene uno de los trabajos de interpretación más espectaculares de James McAvoy —como un hombre con trastorno de identidad múltiple—, da espacio a Anya Taylor-Joy y, además, engarza con El protegido para formar una trilogía de superhéroes al margen de Marvel que cierra Glass.
No exenta de controversia, esta película adapta al cine la novela de Bret Easton Ellis, exponente de la literatura de la Generación X y escritor de estilo tan escabroso como el propio filme. Aunque ha sido tan alabada como criticada, no puede negarse la permanencia de su corrosivo imaginario, merced a uno de los papeles más icónicos y terroríficos de Christian Bale. ¿Queréis una experiencia cinematográfica perturbadora? Esta película os la dará.
Si ponemos el corte entre el terror de toda la vida y el terror psicológico en el interés de este último por los efectos del miedo y la enajenación en la psique humana, más allá de las fuentes concretas de esos temores, El proyecto de la bruja de Blair no puede quedarse fuera del recuento. Aunque, técnicamente, sí recurre a mostrar lo perturbador en pantalla, al golpe de efecto final lo preceden otras tantas secuencias de pura asfixia mental que compensan con creces. Es, además, un ejemplo de buen cine de terror realizado con los mínimos medios y uno de los casos más tempranos de marketing cinematográfico viral en Internet.